Con amor para mí

 Me parece bien interesante y absurdo cómo soy del tipo de persona que da consejos, que intenta ser congruente entre el decir y el hacer, que impulsa a otras personas para creer en sí mismas, en sus capacidades, virtudes, etcétera, sin embargo, pregúntame cuántas veces me he dicho a mí mismo “Lee, eres un hombre maravilloso, mereces amar y ser amado, no tengas miedo”, pregúntame cuántas veces me he permitido a mí mismo sentirme frágil o vulnerable sin culpa, la verdad no sabría responderte, porque perdí la cuenta. 

 Soy un hombre trans heterosexual; soy un hombre, tengo casi 32 años, y aun así esta parte de creerme digno de ser amado, es el proceso más complejo y retador de todos. Porque yo sé que el cuerpo, o mejor dicho los genitales, no deberían importar al momento de enamorarse, pero durante la mayor parte de mi vida, crecí con la triste creencia de que había algo mal en mí, de que había algo que reparar en mí, por ello, son vastas las ocasiones en que me parece casi imposible llegar a pensar que alguna mujer quisiera estar con alguien como yo, sí, un hombre que nació con vulva. No nací en el cuerpo equivocado, eso lo tengo más que claro, mi cuerpo es perfecto y he aprendido a amarlo, desde las plantas de mis pies hasta las cicatrices que se ocultan con mi cabello. Sí, ya me realicé una cirugía (masculinización del torso) con la cual me siento completamente cómodo con mi cuerpo; sí, estoy en Tratamiento de Reemplazo Hormonal (TRH), lo que me ha permitido verme como quien siempre soñé ver en el espejo. 

 Sin embargo, créeme cuando te digo que hay días en que se hace presente el miedo, y se me encharcan los ojos de pensar en permitirme enamorar otra vez y cortejar a una mujer y, que cuando le diga que soy un hombre trans, ella se asuste lo suficiente para alejarse de mí y entonces, me diga a mí mismo estando a solas, entre lágrimas y con la nariz tapada, que tenía razón, no debía volverlo a intentar, porque es muy problemático estar con alguien como yo. 

 Es pesado luchar con tales pensamientos catastróficos, es cansada esa batalla con algo que ni siquiera ha pasado y a veces siento que ya me he rendido. Por otro lado, en este proceso he aprendido a ser paciente y compasivo conmigo, a aprender a darme yo solo aquello que busco afuera, ese amor, esa aprobación, esa sonrisa, esas palabras que me permitan continuar e impulsarme.  

 Siendo honesto, también hay días en que miro al del espejo y sonrío y le digo "¡Eres un partidazo, corazón! Recuerda que hay que arriesgarse; evita arrepentirte de los: ¿y si hubiera hecho esto? Que la vida empieza hoy". Y me recuerdo que soy un humano más, con todo el derecho a cometer errores, con todo el derecho a levantarse y aprender. Soy un humano con complejos, con virtudes, con vasto potencial como tú, que me estás leyendo ahora.  

 ¿Son reales estas creencias negativas que tengo sobre mí? Respondo no, son sólo fantasmas de otras voces que a lo largo de mi vida me señalaron, por no cumplir con los estándares de la heteronormatividad, son fantasmas de las burlas que viví en el colegio, del acoso que viví en las calles, son fantasmas que no he terminado de soltar y de vez, muy de vez en cuando me vienen a visitar. Pero ya no soy un niño indefenso, ya no soy un niño con miedo, soy un hombre que se ha convertido en el adulto que hubiera querido me protegiera y acompañara en mi infancia.  

Lee Tapia