El teatro como catarsis

“Entender la violencia de género pasa por comprender las raíces que la originan, por saber que ni él es un enfermo, ni ella una provocadora o una masoquista”. - Gemma Lienas


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 En mi primer año de licenciatura conocí a un hombre, el cual posteriormente se convirtió en mi novio. Normalicé mucho el tipo de violencia y lo ignoré. Yo siempre había creído que “el amor puede con todo” o que tenía que “soportar” conductas violentas de mis parejas, pues había crecido en un ambiente familiar con violencia doméstica.

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 Pasaron tres años y yo seguía en esa relación, atada y más dañada que nunca. Tenía el corazón, el alma y la autoestima destrozadas. Todes mis amigues me querían hacer ver que estaba en una relación violenta, pero al ver que nunca hice nada para salir de ahí, simplemente desistieron. No sé cómo, no sé por qué ni qué me orilló, pero salí de ahí. Lloré hasta quedarme dormida por tres años, me culpé, me odié, le odié a él. Me perdoné y le perdoné.

 Los procesos de sanación son totalmente diferentes para cada persona y para cada mujer y el mío fue el siguiente:

 Yo soy una mujer apasionada por la escritura y por el teatro, así que decidí canalizar todas esas emociones en una obra. La obra se llamó “Las rosas de Eva”, en la cual se relata la vida de un matrimonio con una dinámica violenta, escena cotidiana de cualquier familia en una sociedad misógina y patriarcal.

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Morí y renací.

Cada palabra, cada gesto, cada lágrima derramada en aquella obra me sanó. Dejé en el escenario todo el peso que estuve cargando durante tres años, peso lleno de culpa, de odio, de desamor.

 Ahora bien, el teatro como una de las expresiones culturales de la humanidad, que, en su variabilidad, conlleva a otras artes como la música y la danza, funge como herramienta para visibilizar las distintas problemáticas que vive la sociedad día con día y a través de los años, además de servir como un tipo de catarsis al alma.

Es la misma mecánica del teatro que nos hace reflexionar en nosotres y en el entorno en el que nos desenvolvemos, nos muestra la parte más vulnerable de nuestros corazones, las emociones positivas o negativas que sentimos a los diferentes estímulos sociales y cómo estos factores sociales nos hacen cambiar y actuar diferente; el teatro nos hace escudriñar en lo más hondo de nuestro pasado y de ahí se agarra para “desautomatizar” todas esas conductas aprendidas en sociedad. Nos hace ser conscientes de nuestros propios pasos, de todo lo que se mueve en el interior, nos hace analizar el por qué actuamos de la manera en que hacemos las cosas, nos obliga a ir al límite del por qué debemos de trabajar en colectividad.

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El producto y objetivo final del teatro es el llevar un mensaje al espectador, y este mensaje puede variar, pero está en las manos del hacedor del teatro el ver qué tipo de mensaje es el que está ofreciendo.

 Y es por esto que considero que al utilizar esta gran herramienta que nos brinda el teatro podemos combatir problemáticas que vive nuestra sociedad mexicana, ya sea desde la discriminación a los grupos vulnerables hasta la misoginia y el machismo que vive México.

 Ahora que cuento con las herramientas necesarias de autocuidado y amor propio, me pude dar cuenta de cuánto he crecido. Ahora puedo poner límites y sé identificar violencia. Sigo aprendiendo de mí misma y de los demás en colectividad.


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 Nos quieren encarceladas, calladas, quietas, sumisas, tristes, muertas. Creen y afirman que es normal. Ponen en sus argumentos a Dios, no importa qué dios. Les molesta si queremos volar, si queremos hablar, si nos movemos o somos felices, les molesta que vivamos. Yo me quiero libre y viva. Nos quiero libres y vivas. Felices, alegres. Que vivamos cada etapa de nuestras vidas sin miedo, que el único miedo que nos dé sea el de las películas.

 Quiero que mi mamá se sienta con la libertad de ser ella, que no tenga miedo de ir en la calle o de ir en el camión. Quiero que mi mejor amiga de 13 años no viva acoso por parte de ningún hombre, no quiero que se sienta avergonzada de su cuerpo, quiero que crezca feliz. Quiero tener la seguridad y libertad de algún día poder tener una hija o no. Y ofrecerle el amor más puro que como madre le podré dar. Quiero que crezca fuerte, que luche como niña y llore como niña, que ría como niña. Quiero que seamos libres juntas.


Evelyn Vargas