La gente habla por sus miedos

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 Cuando era niño, no sabía a ciencia cierta que era gay. Por mi educación, mi mamá me decía que por ser educado y no decir groserías, ser aplicado y no pelear con otros niños, ellos podían tenerme envidia y decirme "joto" y como yo estaba convencido de que me gustaban las niñas, pues le creía.
 Les pongo en contexto: nací al final de los sesentas, hijo de familia clase media en un buen fraccionamiento de la ciudad. Mis padres a punto de cumplir sus 43 años y en plena menopausia, tienen un inesperado parto. Y para cerrar con broche de oro, gemelos fraternos (mi hermano y yo).
 La cereza del pastel fue que al mes de nacidos, mi hermano fallece y yo pasé a ser el "tesoro más grande en mi casa". Mis hermanos que me llevaban 10, 11, 13 y 14 años, estaban al pendiente de mí y mis padres igual. Así que fui un niño sobreprotegido, criado con gente mayor que yo y con unos papás mayores y "chapados a la antigua".

 Cuando tenía 4 o 5 años, un primo de 7 años me invitó a comer y pasar la tarde en su casa, mi tía pidió el permiso y me dejaron ir. Comimos y mi tía para no batallar, nos dijo que nos durmiéramos. Yo que era muy disciplinado, no discutí y me dormí. Más tarde, me despierto con la sorpresa que puede tener una criatura de esa edad y veo a mi primito haciéndome sexo oral. Me asusté y lo quité de encima. Me dijo que eso era normal, que todos los adultos lo hacían, que él y su hermano (en ese entonces adolescente) habían visto a unos vecinos por la barda del patio haciéndolo y que su hermano le explicó que todos los grandes lo hacían, me dijo que no pasaba nada, así que me besó y supongo que despertó instintos en mi confundida cabeza. Seguimos un rato y me dijo que lo penetrara.

 Volví a la casa y como no era nada malo, se lo platiqué a mi mamá y ella se quedó helada y me dijo que le contara a detalle. Después me dijo que jamás se me ocurriera pedirle permiso para dormir en ningún lado porque no me dejaría. Así es que sin entender del todo, supuse que algo no estaba bien y así lo dejé y no se volvió a hablar de nada más.


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 Mis padres me tenían en escuelas de gobierno, pero siendo hijo de un doctor, viviendo cómodamente, siendo protestante y teniendo un hermano con discapacidad, siempre fui parte de alguna minoría a la que veían sobre el hombro, así es que admitir una homosexualidad no era lo más adecuado.

 Justo cuando iba a iniciar mis estudios de secundaria, un día jugando luchas con un amigo 2 mayor que yo, acabó haciendo movimientos que eran extraños para mí y me dijo lo mismo que mi primo, que era normal, que no pasaba nada, que todos los grandes lo hacían y que se sentía bien. Así que me enseñó y ahí inició mi vida sexual.

 Durante toda la secundaria, lo hicimos muy frecuentemente. Recuerdo que en esos años, era el boom del VIH/SIDA, todo el mundo estaba asustado y nosotros también y con toda la inocencia y "calentura" de la adolescencia nos "cuidábamos". Todos los encuentros fueron del todo discretos y nadie sabía que nos veíamos diario.

 Seguía siendo educado y aplicado en la escuela, además de ser diligente en un grupo de jóvenes en la iglesia, por lo que ahí no me molestaban. Un día, estando en tercero de secundaria, a uno de mis compañeros se les escapó decime como mi "apodo de gay" (que ellos me habían puesto) y fue cuando me di cuenta que este tema seguía vigente.

 Al iniciar el bachillerato, decidí cambiar las cosas, empecé a decir groserías, a ser muy popular en la escuela y a bajar mis calificaciones, hasta novia tuve y no me molestaba tenerla, pero tampoco implicaba ilusión o gusto. Mi "mentor gay" se fue a otra escuela y no volvimos a tener nada que ver. Mis amigos y mis cargos en la iglesia formaban mi mundo y fue una temporada que disfruté mucho, pues dejé de ser un "patito feo" para ser un jóven común.

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Cuando entré al mundo laboral, mi principal temor era dar el ancho en los puestos que ocupaba, el ser gay no me preocupaba porque según yo, no era gay, solo hacía lo que todos los jóvenes: era disciplinado, respetuoso y ocupado por mis estudios universitarios. En la universidad también tuve novia, pero mi prioridad era mi trabajo y mis amigos. A la iglesia, comenzaba a cuestionarle más y empezaron mis dudas sobre mi orientación sexual, así que dejé a mi novia hasta aclarar mi situación y seguí con mi vida normal.

 Una vez que me dediqué de lleno al trabajo, noté que los gays no eran bien vistos, no se les discriminaba abiertamente pero tampoco tenían los mejores puestos, por lo menos en mi área laboral, así que eso me hizo pensar en mi postura y decidí mantener un perfil muy bajo en ese aspecto.

Salir del clóset fue algo duro, de entrada, yo no quería admitir nada con nadie y una hermana me descubrió y me enfrentó. Me hizo saber lo duro y catastrófico que era para ella que yo fuera gay (por el hecho del peligro a tener SIDA), así que le hice saber que no era nada malo y que entre lo que ella sentía y lo que yo sentía, había depresión, gastritis, miedos y tener que romper todos los esquemas de cómo me habían criado. Así que le hizo saber a mi hermana mayor y ella habló tranquilamente y me dijo que buscara al mejor psicólogo para hablar con él.

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 Sinceramente, salir del clóset fue liberador, por un lado, porque dejaría de mentirle a los que ya sabían y por otro lado, tenía un sentimiento de culpa (por mi arraigo en la iglesia y por la educación que había recibido de mis padres). Mi hermana me prohibió tocar ese tema con mis padres, así que, hasta su muerte, jugamos el juego de no te digo y no pregunto. Por un lado, no me herían preguntándome y por otro no los desilusionaba afirmándoselos. También sentía la obligación de ser leal con mis amistades y creía que debía decirles a todos y así lo hice. La gran mayoría lo tomó con sorpresa y me apoyaron y los más allegados se manifestaron sorprendidos e incómodos al principio.

  Cuando tuve mi pareja, la experiencia más importante fue decidirme a vivir juntos, fue hasta cumplido un año y medio, cuando me puso un ultimátum de que me fuera a vivir con él o terminábamos y sin pensarlo mucho, me decidí a recibir el año 2000 a su casa y a partir de esa noche me quedé a vivir con él y hasta la fecha seguimos juntos y organizando nuestro 25 aniversario.

 Cuando nos conocimos e iniciamos nuestra relación, yo era un "closetero" había tenido antes una relación muy clandestina y escondida. Con mi relación actual, todo es diferente, su familia es totalmente abierta y respetuosa, sus amigos me enseñaron poco a poco a aceptarme sin buscar una justificación y ha sido genial con nuestros amigos, familias y compañeros de trabajo. Todos nos apoyan y respetan.

 Aún no tenemos el gusto de estar legalmente casados porque en Baja California ha sido un tema difícil de enfrentar, hay que ampararse y eso sale muy caro. Hay que tratar de casarse fuera del registro civil si quieres evitar a la prensa. Pero en nuestros planes muy cercanos está el casarnos.

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 Yo le aconsejaría a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes LGBTTTIQA que no le tengan miedo a lo que sienten, que busquen información, ayuda, que no permitan que nadie les falte al respeto, que conozcan sus derechos y que siempre intenten ser la mejor versión de sí mismos. Mucha gente agrede por ignorancia, pero no se lo tomen personal, la gente habla por sus miedos.

Saleck