#3: A mi querido mi mísmo de 10 años

El año nuevo tal vez es el festejo más importante de todo el año en mi país.

 Los primeros tres días del año son días festivos. Hacemos la “primera visita” del año a los santuarios shintoista, comemos varios platillos especiales, visitamos a nuestros familiares etc., es una celebración llena de tradición.

 Después de 3 años nuevos sin poder estar en mi casa, este año por fin pude pasarlo con mi familia en Japón y esta vez fue una visita un poco diferente porque pude conocer a las personas que manejan la organización LGBTQ+ en nuestra prefectura.

 Cuando me fui de Japón, era extremadamente difícil conocer a otras personas de la comunidad fuera de centros urbanos como Tokio u Osaka (Imagínense mi shock cuando visité Toronto por primera vez). Obviamente, era imposible imaginar que llegara el movimiento LGBTQ+ a nuestra prefectura. Más de 15 años después, en nuestra ciudad encuentro dos bares gay/queer-friendly y a las personas que apoyan a la organización LGBTQ. De verdad me sentí feliz. Fue una experiencia extraordinaria.

 Cuando hablo de la comunidad LGBTQ+ en Japón en mis videos, frecuentemente recibo comentarios como “eres irrespetuoso a tu cultura” o “respeta tu tradición” para descalificar lo que hago en el activismo. También me acuerdo de un comentario de un amigo sobre la Copa Mundial en Catar en 2022 que era la “cultura” del país aunque no nos pareciera el hecho de que no tienen derechos ciertas poblaciones.

A ver, nos detenemos un poco, porque creo que vale la pena reflexionar: ¿qué es la cultura? ¿Realmente nuestra existencia puede ser anticultural en algunos lugares?

Según la Real Académica Española, la definición de la cultura es la siguiente:

  1. Cultivo.

  1. Conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico.

  1. Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.

  1. Culto Religioso.

 Entonces, yo pensaría que una cultura son cosas que personas de un grupo comparten. Aquí digo “grupo” en todos los sentidos: una familia, un pueblo, una ciudad, un estado, una región, un país o un grupo de algún pasatiempo, deportes, religiones, ideas políticas e identidades… Cualquier grupo que formamos genera cierta cultura.

 Yo, como un japonés, sigo cierto modo de actuar acorde a nuestras creencias y juicios. Tengo mucho respeto a lo que llamamos la “cultura japonesa” que me educó. Sin embargo, tampoco puedo negar que me sentía sofocado en mi propia cultura. No me había dado cuenta, pero ahora que pienso en mi pasado, batallé con depresión en varios momentos de mi vida desde mi niñez. Tiene mucho sentido que siempre tenía mucha interés en idiomas y música de otros países, y al final busqué la forma de irme de ahí.

Aquí la pregunta es: ¿todo lo que nos enseña una cultura es respetable?

¿Fue mi culpa no sentirme agusto con los maestros abusivos? ¿Debo sentirme culpable por ser gay? ¿Es culpa de los que nos deprimimos en una tradición tan rígida?

No lo creo.

 No soy filósofo ni sociólogo, pero hay una cosa en la que creo firmemente: ninguna cultura ni religión está por encima de nuestros Derechos Humanos y nuestra dignidad.

 Ha habido muchas costumbres y tradiciones que hemos cambiado a lo largo de la historia humana. Gracias a esos cambios, gozamos los derechos que tenemos ahora. Cuestionar nuestra cultura y tradición no es nada nuevo.

 A veces tenemos miedo de hacerlo en voz alta por diferentes razones y es totalmente entendible. Yo creo que lo importante aquí es saber que valemos. A lo mejor nos han visto como “loco” “anormal” “raro” “antinatural” entre muchas otras palabras, pero sepamos que es válido cuestionar esas etiquetas que nos ponen nuestras sociedades y culturas.

Sepamos que nuestra existencia forma parte respetable de todas las culturas.

 Toda esta reflexión nació de un cuestionamiento que planteó mi terapéuta: ¿Qué palabras me hubiera gustado escuchar como un niño o qué diría yo a mi mismo de niño? Es cuestionar las prácticas sociales y culturas familiares que formaron mi inseguridad y problemas de autoestima. Así que terminaré esta pieza de mi pensamiento con estas palabras que, aunque todavía me cuesta trabajo decirme yo mismo, me hubiera gustado escuchar hace 30 años…

 No eres raro. Tú puedes. Tienes gran corazón. Puedes ser quién eres. No eres débil. Llegarás a hacer muchas cosas buenas y tendrás muchos amigos. Enfrentarás muchos retos pero siempre vas a encontrar alguna respuesta, así que disfruta este momento sin preocuparte. El Yohei de 40 años está bien. No te preocupes…

Yohei Sakai